miércoles, 17 de mayo de 2017

Formación social y ética en una educación integral con el Papa Francisco

Agustín Ortega Cabrera




Hace poco, se ha celebrado en el Instituto Superior de Teología de las Islas Canaria (ISTIC, Sede Gran Canaria) las XII Jornadas de Teología, que han tratado sobre la realidad de la educación. En estas jornadas, se han presentado claves y perspectivas muy interesantes e importantes para promover una educación humanizadora, crítica, ética y liberadora. Queremos recoger y profundizar estas claves de dichas jornadas con la aportación propia del Papa Francisco, en especial, lo que es su enseñanza (doctrina) social y moral (DSI), su ética y pensamiento social que pude fecundar a esta educación integral. Actualmente, se vienen realizando estudios e investigaciones muy cualificadas sobre el Papa Francisco, sobre su pensamiento y teología con sus raíces e influencias como los realizados por R. Luciani y otros compañeros o amigos del Papa como los argentinos C. Galli o J.C. Scannone, jesuita que fuera formador del Papa.

En estos estudios u otros, se analizan estas raíces del Papa como es la conocida teología del pueblo o de la cultura, una de las corrientes significativas de la teología latinoamericana liberadora, con autores como L. Gera o R. Tello; o también como Santo Tomás de Aquino ha marcado el magisterio del Papa Francisco. En base a estas investigaciones y publicaciones, podemos mostrar las claves sociales y éticas que nos proporciona el Papa Francisco para una pedagogía humanista, solidaria y global. El Papa nos transmite el corazón de la fe, la alegría y buena noticia del Evangelio que nos trae una ética marcada por la caridad, el amor fraterno, la misericordia compasiva y la justicia en la equidad con los pobres de la tierra. Como nos transmite en la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”.

El Papa nos enseña la ecología integral. Con la ética del cuidado y de la justicia en el desarrollo personal (ecología mental), en las relaciones con los otros y con los pobres (ecología social), con el hábitat o naturaleza (ecología ambiental) y con Dios (ecología espiritual). Esta ecología integral supone la bioética global que cuida, defiende y promueve la vida en todas dimensiones y fases, desde el inicio de la vida con la fecundación-concepción hasta el final, en los ámbitos culturales, políticos y económicos. Es la ética de misericordia compasiva que asume en las entrañas del corazón el clamor de los pobres y de la tierra, de la vida dañada, maltratada e injusticia que padecen los pobres y las víctimas. Como son los trabajadores explotados y en paro, los migrantes y refugiados, los campesinos e indígenas, la mujer, el embrión-niño no nacido y los mayores, las víctimas de la esclavitud infantil, de la trata y de la corrupción, etc. Tal como nos muestra en su Carta encíclica “Laudato Si.

Una ética profética y crítica que se opone a todos estos males e injusticias que van en contra de la vida y dignidad de las personas, que impiden el bien común. Tales como las desigualdades e injusticias sociales-globales, ejercida por los ricos sobre los pobres con el neoliberalismo y capitalismo dominante, que genera el desempleo y el trabajo basura, la explotación laboral y la esclavitud infantil, que alimenta la violencia, el negocio de las guerras y su industria de muerte con las armas; que provoca la destrucción ecológica con su productivismo y consumismo depredador del planeta, que genera la trata de personas. Y lacras como la prostitución o las drogas, la violencia contra la mujer, el aborto o  la eutanasia.

Se visibilizan así los principios sociales y éticos en la imprescindible cosmovisión de la realidad, como es la humana o social e histórica, que tiene la prioridad sobre la idea. Una mirada universal (católica) a la realidad global, que es en la que nos encontramos, ya que el todo es mayor que la parte. Y que contempla la realidad diversa y dramática de confrontación o conflicto entre el bien y el mal, la justicia e injusticia, la gracia del amor y el pecado personal con sus estructuras sociales de pecado, el pecado estructural con esta economía que mata. Lo que es vencido por la solidaridad de los pueblos y la equidad con los pobres, para que la unidad supere al conflicto.

Como nos manifiesta el Papa en sus significativos mensajes con los “Encuentros con los Movimientos Populares”, las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos de sus procesos de desarrollo, emancipación y liberación integral. Son los protagonistas de las luchas por la paz y la justicia. El tiempo es así superior al espacio con estos procesos liberadores, frente a todo paternalismo asistencialista y espacios de poder-elitismos. Con los proyectos trasformadores de las causas de la desigualdad, inequidad e injusticia, del pecado personal y estructural. En una liberación integral de estos sistemas económicos y políticos perversos e ideologías alienantes, con sus ídolos del poder y del dinero-riqueza (ser rico). Es la crítica y denuncia profética de esta economía que mata y su fetichismo del dinero. Una dictadura de la economía, del mercado e idolatría del capital, de la propiedad y de la competitividad que, como falsos dioses, sacrifican en su altar (el del beneficio-ganancia) a las víctimas de la historia.

Frente a esta globalización del capital, el Papa Francisco con la DSI nos enseña los principios y valores como el promover la mundialización solidaria del trabajo decente con un salario justo, con condiciones laborales dignas; con el destino universal de los bienes, los derechos de una justa distribución de los recursos, que tiene la prioridad sobre la propiedad. Se trata de la ética que orienta a la política que, al servicio del bien común, controla a la economía, regula al mercado y a la empresa al servicio de las necesidades, las capacidades y ecología integral de los pueblos. Se realiza así una auténtica economía de comunión y del bien común, una economía social y cooperativa. En una real democracia económica y ética de la empresa, una verdadera responsabilidad social corporativa, que promueve el comercio justo y la banca ética, un sistema financiero y bancario equitativo; frente a la economía financiera-especulativa que convierte al mundo en un casino global con la mercantilización de la vida. Es un sistema bancario usurero con sus hipotecas, créditos e intereses abusivos e injustos.

La usura que es pecado, que endeuda, arruina y destruye a las personas, a las familias y a los pobres, que hace negocio y especula con las necesidades (sangre) de los más empobrecidos. Frente la civilización del capital y de la riqueza, hay que impulsar la de la pobreza, cuyo símbolo-sacramento real es la iglesia pobre con los pobres. Una vida austera y sobria en la solidaridad, en la pobreza evangélica. Con la comunión de vida, de bienes y luchas por la justicia con los pobres, que pone el ser-solidario sobre el tener. Es la vida en misión y salida, no auto-referencial, en el decrecimiento solidario hacia las periferias, hacia los otros y empobrecidos sobre el poseer; frente al productivismo y consumismo materialista que destruye la vida de las personas, de los pobres y del planeta.

El Papa Francisco nos muestra así el humanismo integral y una antropología sólida, global con los valores y principios básicos del respeto y cuidado de la vida en todas sus formas y dimensiones. La promoción de la dignidad y el protagonismo de las personas, los pueblos y los pobres. Como nos enseña en su Exhortación apostólica post-sinodal “Amoris Laetitia”, es la alegría y belleza de ese amor fecundo que se expresa con la diversidad, complementariedad y entrega mutua en la comunión de un hombre con una mujer que da vida en el matrimonio, familia e hijos. Lo que procura el bien conyugal, familiar y social, el bien común. La familia que es escuela de valores y virtudes, de sociabilidad y solidaridad en el compromiso por el desarrollo integral, la paz y la justicia con los pobres. El Papa también subraya, en sus “Mensajes para la Jornada Mundial de la Paz”, el diálogo y encuentro entre las diversas culturas, religiones e iglesias para que vayan contribuyendo a una espiritualidad fraterna. Con una cultura de la paz y no violencia, una convivencia solidaria en el compromiso por un mundo mejor, más justo y amable que promueve el desarrollo humano, ecológico e integral en la equidad con los pobres.
Tal como nos enseña asimismo el Papa Francisco en sus documentos por el Jubileo de la Misericordia, “Misericordiae Vultus” y "Misericordia et Misera", en toda esta ética prima la caridad y misericordia. Por la que se acoge al otro con sus límites o fragilidades, que integra la diversidad en la unidad, en la verdad, el amor y el respeto al otro, a su vida y dignidad.  Una ética del diálogo y encuentro con los otros, con la razón, las ciencias y la vida cívica-política que contribuye a la paz social, al bien común. Basada en estos principios y valores primordiales que nos constituyen como humanos, que respeta la naturaleza humana y ecológica. Con esta ética y antropología integral que muestra a la persona en su desarrollo global, realización y felicidad. Como se observa, estas claves expuestas que nos presenta el Papa Francisco, con toda esta formación social y ética sólida, hacen posible una educación integral.

Agustín Ortega Cabrera es Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Departamento de Psicología y Sociología, ULPGC), Experto Universitario en Moral, Doctor en Humanidades y Teología (UM-ITM). Profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y en el Centro Universitario de Estudios del Seminario Diocesano de Ibarra. Investigador en la Universidad Loyola Andalucía.



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