martes, 10 de noviembre de 2015

El resurgimiento de la crítica artística ante el “nuevo espíritu del capitalismo”

Resumen de la sesión dedicada a El nuevo espíritu del capitalismo. Grupo CRYSOL

A continuación expondremos brevemente la obra El nuevo espíritu del capitalismo de L.  Boltanski y E. Chiapello a partir de las guías de lectura que desde nuestro equipo de investigación CRYSOL se han propuesto como es la crítica a una sociedad que impone categorías que aíslan socialmente al ser humano y ver una solución a partir de la solidaridad.

En esta obra vemos un muestra de la sociología crítica de Boltanski (la sociología por sí misma es crítica). Nos encontramos ante un análisis del capitalismo en sus distintas fases y sus respectivas críticas, enfatizando más estas últimas.

Los autores dirán que has dos tipos de definiciones del mundo social dependiendo del término en que se lean: por un lado, el de “clase”, que se utiliza para hacer lecturas macrosociales. Podríamos decir que está categoría está obsoleta pues la sociedad del clase se ha disuelto con el nacimiento de la “clase media”. El trabajo social consiste en reinsertar a aquellos ciudadanos que están  por debajo de esta clase media. Por otro lado, existe el término “red” que se utiliza para hacer una lectura microsocial. Divide la sociedad en dos: los incluidos, aquellos que están conectados por otros, ligados a una cadena que es la sociedad, y los excluidos, aquellos que han roto sus vínculos con los demás, han sido enviados a los márgenes de la red, son inútiles para el mundo.


Este modelo de red se iniciará en los años ochenta como una nueva dinámica capitalista basada en la explotación entendida como diversas formas de alejamiento con respecto a la esfera de las relaciones laborales, siendo los excluidos los parados de larga duración que no consiguen beneficiarse del Estado de bienestar y el progreso económico.

Esto conlleva un problema en  la identificación de la víctima. En el modelo de clases, la explicación de la miseria del proletariado descansaba en la designación de una clase (burguesía), ellos serían los responsables de la explotación. Sin embargo, el modelo de la exclusión permite señalar una negatividad sin pasar por una acusación: los excluidos no son las víctimas de nadie por lo que se sustituirá la denuncia por el sentimiento: hay que ser solidarios pero ¿quién es el verdugo?

Estamos ante lo que los autores llaman el tercero espíritu del capitalismo. El primero, del siglo XIX, es un empresario fuerte y omniabarcador. Entre guerras conoceremos el segundo espíritu, la empresa centralizada. En el “tercer espíritu del capitalismo”  se rechaza cualquier apunte jerárquico o de centralización. El modelo de empresa es de equipo autoorganizado y su herramienta es el pensamiento positivo (contratación de couchings). Hace una simbiosis con el modelo democrático.

Descrita ya brevemente la situación actual de la sociedad pasamos ahora a los elementos que comportan la crítica: primario, el elemento emotivo-sentimental donde reside la fuente de la indignación y secundario, el elemento reflexivo, teórico, argumentativo, es la lucha ideológica como tal. La crítica debe elaborar una traducción de la indignación al marco de las teorías críticas para proporcionarle en un momento posterior una voz.

Los autores subrayan la importancia del elemento primario, sumado al enorme protagonismo que juega aquí el optimismo juvenil, de no aburguesarse en la injusticia. Se enumeran cuatro fuentes de indignación: como fuentes de desencanto; de opresión; de miseria y desigualdad y de oportunismo y egoísmo.

Aquí entran los dos grande tipos de críticas: la artística y la social. Por un lado, la crítica artística rechaza el desencanto resultante de los procesos de racionalización y mercantilización del mundo capitalista. Por otro lado, la social trata de resolver el problema de las desigualdades y la miseria.

¿Cuándo se darán estas dos críticas de una manera armoniosa, efectiva y equilibrada (la crítica artística siempre ha estado bajo la sombra de la crítica social, viendo esta última como más práctica y la artística como más abstracta)? En el famoso mayo del 68.

Vemos por un lado a los estudiantes, una comunidad que aumentó después de la Segunda Guerra Mundial y su lucha nace de la indignación de la muerte de sus esperanzas de futuro y demandan autonomía.

Por otro lado, vemos a los obreros que luchan contra la explotación capitalista. Es una demanda de seguridad contra el poder de los monopolios y las oligarquías.

Es en el 68 donde nace una nueva época para la crítica social que llegará hasta los setenta y ochenta, será una crítica ofensiva llevada a cabo por la clase obrera por medio de movimientos sindicales potentes y representativos. Esto se acabará con la llegada de gobiernos socialdemócratas, los agentes de la crítica se convierte en lo que han criticado, será a partir de los ochentas cuando veremos una crítica social que se reduce a ayuda humanitaria y un sindicalismo desorientado y con menos representación.

Viendo que la crítica social está en plena crisis y que el espíritu del capitalismo vive una mutación que le  hace sobrevivir a esta crítica oxidada, los autores apuestan por estudiar y enfatizar la crítica artística, tan  olvidada  y marginada a lo largo de la historia.

La obra empieza achacando a la crítica artística de quedarse en los axiomas del siglo XIX (la denuncia de la moral burguesa, de las estructuras conservadoras, etc.) y de venderse a los medios de comunicación que tanto espacio le dio sobretodo en la década de los cincuenta y que incluso ahora se atreven a denunciarlos.

Para salvar a la crítica artística hay que replantear sus temas fundamentales como son la libertad y autenticidad partiendo de las nuevas formas de opresión y mercantilización.

Por un lado, la libertad: ¿sigue teniendo sentido denunciar la falta de libertad en la sociedad de red, de movilidad ilimitada? La respuesta es afirmativa pues en el seno de esta movilidad ilimitada se halla la nueva explotación y marginación con que la crítica artística debe luchar. Esta sociedad de red, el nuevo espíritu del capitalismo, crea nuevos dispositivos de control. Por lo tanto, la crítica artística debe frenar el ritmo de las conexiones explotadoras y excluyentes. Es decir, romper la defensa dogmática que tienen estos dispositivos de control.


Por otra parte, reformular la crítica para buscar la autenticidad, limitar la extensión de  la esfera mercantil para que no exista una mercantilización de lo humano. Es una exaltación a la dignidad del ser humano frente a la esclavitud del consumo y la productividad. En este sentido, podría haber una alianza entre la crítica artística y la ecológica, la cual ve que todos los seres tienen un valor en sí. En esta alianza también se puede hacer un hueco a la dimensión antropológica de las tradiciones bíblicas y de formas de vida comunitaria como las de las órdenes religiosas de la Iglesia, que pueden contener recursos para una renovada crítica de la sociedad mercantilizada y ser inspiración para formas de vida alternativas basadas en la solidaridad y la transformación cultural profunda.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Ayuda económica para morir

[Publicado en Exit! 10/1/2012]

Robert Kurz

En la ideología de la doctrina económica popular el dinero es un  eficaz medio auxiliar para abastecer a la sociedad de manera óptima con bienes y servicios. Justo por eso debe ser esencialmente, en sentido económico, un mero «velo» sobre la producción y la distribución real. En cambio, Marx ha mostrado que el dinero, en tanto medio de  valorización del capital, es un fin en sí mismo, un fetiche que ha sometido a dominación la satisfacción de las necesidades concretas. Solo se producen bienes de consumo reales cuando sirven al objetivo del aumento de dinero; en otros casos, la producción se detiene aunque sea técnicamente posible y satisfaga necesidades humanas importantes. Esto se hace especialmente visible en los ámbitos de la atención a mayores o el sistema de salud, que en sí mismos no son portadores de la valorización del capital, sino que han de ser financiados con sus beneficios. Desde un punto de vista puramente objetivo, habría suficientes recursos para abastecer a una población creciente de personas inactivas con alimentos y asistencia médica. Pero, bajo el dictado del fetiche monetario, esa posibilidad no es «financiable».


El cuidado de ancianos y enfermos está subordinado indirectamente al dictado abstracto de la valorización. En condiciones financieras difíciles estos son «economizados». Esto significa que deben comportarse según criterios económicos funcionales para poder participar en la corriente monetaria. Incluso el diagnóstico médico se convierte ahí en una mercancía que está bajo la presión de la competitividad. El objetivo no es la salud y el bienestar de la gente, sino el «doping» para la «eficiencia», por un lado, y la administración de las enfermedades, por otro. El ser humano ideal desde el punto de vista de las instituciones sería un luchador olímpico en su puesto de trabajo (para hacer crecer el producto social), que al mismo tiempo puede ser definido como enfermo crónico (para llenar las arcas del sistema de salud) obligado a apartar puntualmente la cuchara (a fin de no convertirse en una carga para el capitalismo).

La propia ciencia médica ha tachado este coste de la cuenta. Ha sido objetivamente tan exitosa que cada vez más personas viven por encima de la edad de trabajo. Esto es un ejemplo especialmente claro de que el desarrollo obligado de las fuerzas productivas no es conciliable con la lógica capitalista. La «coacción muda de las circunstancias» (Marx) genera por ello una tendencia a destruir de algún modo los logros objetivos de la medicina. La producción artificial de pobreza tiene entonces un efecto preventivo. Así, en la República Federal de Alemania, desde 2001 hasta hoy, la esperanza de vida de las personas con menos ingresos ha disminuido de 77’5 a 75’5 años. Quienes no ganen el suficiente dinero para asegurarse un mínimo vital a pesar de trabajar toda la vida bajo la presión de la eficiencia, se encuentran en la vejez tan extenuados que no pueden sacar provecho de las posibilidades de la medicina. Pero también el acceso a las medicinas depende cada vez más del poder adquisitivo del comprador. Como los hospitales griegos están en bancarrota, las empresas farmacéuticas han detenido el abastecimiento de medicamentos contra el cáncer, el SIDA y la hepatitis; también han interrumpido el envío de insulina. Esto no es un caso especial, sino la imagen del futuro. Como mínimo, a los pobres y a los «superfluos» se les indica, con toda la objetividad propia del asunto, lo mismo que el rey de Prusia, Federico, rugía a aquellos de sus soldados que huían del campo de batalla: «Perros, ¿acaso quieren vivir eternamente?»

Traducción del grupo CRYSOL